“Dios los ha rescatado […], y saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:18-19).
¿Te has preguntado alguna vez cuánto vales? Si determinas lo que vales por los materiales que integran tu cuerpo, como el agua, el hierro, el calcio, la grasa y demás elementos, ¡vales menos de cincuenta dólares! Pero hay otra manera de calcular tu valor. Según Keith Knoche tu cuerpo está compuesto de aproximadamente un septillón de átomos, lo que equivale a un 1 seguido de 27 ceros. Para ayudarnos a entender esa cifra, Knoche usa esta ilustración.
Imaginemos un diluvio de semillas que caen del cielo. Cuando el suelo de todo el estado de Pennsylvania (de casi ciento veinte mil kilómetros cuadrados) esté cubierto por una capa de un metro de alto de semillas, habrá caído un cuatrillón de semillas. Pero todavía faltan nueve ceros, así que necesitamos más semillas. Procedemos entonces a cubrir toda la superficie de la tierra, incluyendo los océanos, con una capa de un metro de semillas. Aparte de eso, salimos al espacio exterior y cubrimos doscientos cincuenta planetas del mismo tamaño de la tierra con una capa de un metro de semillas. Tendríamos un sixtillón de semillas. Es decir, todavía nos faltan tres ceros para alcanzar el septillón. Tenemos que adentrarnos en el cosmos y conseguir doscientos cincuenta mil planetas más del tamaño de la tierra y cubrirlos con una capa de un metro de semillas. Eso sería un septillón de semillas, el mismo número de átomos que tenemos en nuestro cuerpo.
¿Cómo podemos calcular el valor de todas esas semillas? Knoche dice que los átomos del cuerpo tienen el potencial de generar once millones de kilovatios/hora por libra. Es decir, si pesas cien libras y la compañía de electricidad te da siete centavos de dólar por kilovatio/hora, ¡tu valor potencial en electricidad es de setenta y siete millones de dólares! Por supuesto, tendrías que morir para poder cobrar ese dinero. ¿Estarías dispuesto a dar tu vida por setenta y siete millones de dólares?
Con este intrincado cálculo matemático lo que te quiero decir es que nadie puede ponerle precio a lo que eres. Para Dios, tú vales mucho; vales tanto, que Cristo dio su vida por ti.
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