El manifiesto de Nazaret




La pobreza es física cuántica. Rich Stearns

EL MUNDO está mal repartido: Norte y Sur; países desarrollados y subdesarrollados; ricos y pobres; ricos enriquecidos a costa de los pobres… Efectivamente, la pobreza es física cuántica: solucionarla es lo más complejo que existe. Se trazan planes internacionales, se discute el tema en foros políticos, pero hay tantos intereses particulares y tanta avaricia que, a nivel mundial, las cosas están destinadas a no cambiar. Pero ¿y a nivel de iglesia? ¿Y a nuestro nivel? ¿Saldremos de nuestra comodidad para ayudar a los pobres que nos rodean? Tal vez tú puedas llevar una luz a los necesitados de tu barrio y yo otra a los del mío… sería una buena forma de iluminar el mundo, ¿no te parece? Sería un buen punto de partida para poner en práctica nuestro cristianismo. Este fue el punto de partida de Jesús. Su ministerio comenzó con esta declaración de intenciones.

Después de su bautismo y de cuarenta días en el desierto, Jesús empezó su ministerio en Galilea y de ahí “fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras.

Le dieron a leer el libro del profeta Isaías” (Luc. 4:16, 17) y, ¿qué pasaje crees que eligió? ¿Uno al azar? Lo dudo. Jesús, profundo conocedor de las Escrituras, utilizó aquella primera oportunidad que se le brindaba en su ministerio de hablar en la sinagoga de su ciudad natal para impactar los corazones de quienes habían sido sus vecinos durante casi treinta años. Se le daba una ocasión perfecta para transmitir públicamente en el medio religioso quién era y qué había venido a hacer, y este fue su mensaje inaugural: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor” (Luc. 4:18, 19 citando Isaías 61:1).

Los pobres. Los oprimidos. Los enfermos. En resumen: la gente que ha perdido la libertad y la esperanza. ¡He ahí un buen campo de acción! He ahí la invitación de Jesús a vivir un cristianismo práctico. ¿Te animas a firmar esta declaración de intenciones? Que el Espíritu del Señor esté sobre ti para conducirte en esa elevada tarea.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (luc. 4:18, 19).

Por: Monica Díaz


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