Pero los apóstoles se pusieron de pie, y con fuerte voz Pedro dijo: «Israelitas y habitantes de Jerusalén, escuchen bien lo que les voy a decir. Se equivocan si creen que estamos borrachos. ¡Apenas son las nueve de la mañana! Lo que pasa es que hoy Dios ha cumplido lo que nos prometió, cuando por medio del profeta Joel dijo: “En los últimos tiempos les daré a todos de mi Espíritu: hombres y mujeres hablarán de parte mía; a los jóvenes les hablaré en visiones y a los ancianos, en sueños.
HECHOS 2 14-17
UN RECUERDO INOLVIDABLE en mi corazón es el de haber estado de pie en el silencio sagrado de aquel aposento alto de Jerusalén que los arqueólogos sugieren que fue el marco del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Un grupo de pastores adventistas y de profesores de religión del mundo entero nos reunimos en aquella quietud para adorar y orar juntos, recordando que en «ese mismo lugar» un viento tremendo y lenguas de fuego se arremolinaron en torno a ciento veinte hombres y mujeres que oraban.
Tras aquel derramamiento, Pedro salió aprisa al balcón, bajo el cual parecía que toda Jerusalén era un hervidero por las extrañas manifestaciones que emanaban de] piso superior. Y estoy muy agradecido de que en nuestro texto de hoy, la sexta pieza del rompecabezas, Pedro insertara palabras que nunca aparecieron en la profecía de Joel, porque la expresión «en los postreros días» es exclusiva de la historia de Hechos narrada por Lucas, Pedro sabía que las palabras de Joel eran algo más que el lejano pasado: Dios había previsto que representaran el futuro de los elegidos. «En los postreros días […], derramaré de mi Espíritu sobre toda carne».
Y, gracias a esa inserción, está claro que la Biblia aplica las palabras proféticas de Joel tanto al derramamiento del Espíritu Santo sobre sus elegidos al comienzo de la historia de la iglesia (lluvia temprana) como nuevamente al final de la historia de la iglesia (lluvia tardía). Recuerda que las lluvias tempranas ablandaban el suelo para plantar nueva semilla (Hech. 2) y que las lluvias tardías maduraban los cereales para la cosecha final (Apoc. 14, 18). Y Apocalipsis 18:1 (la primera pieza del rompecabezas), predice y promete ese derramamiento final, sobrenatural y apocalíptico del Espíritu de Dios.
Podemos llamarlo «la segunda venida del Espíritu Santo», como hace mi amigo Norman Gulley. Porque si Pentecostés fue su «primera» venida poderosa, entonces, ciertamente, ¡la lluvia tardía del Espíritu será su «segunda» venida aún más poderosa! «El descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés fue la primera lluvia, pero la última lluvia será más abundante. El Espíritu espera que lo pidamos y recibamos. Cristo ha de ser nuevamente revelado en su plenitud por el poder del Espíritu Santo» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 92). ¿Lo entiendes? Un derramamiento «más abundante» del Espíritu de Jesús «espera que lo pidamos y recibamos». Entonces, ¿no oraremos continuamente, pidiéndolo con insistencia?
Por: Dwight K. Nelson
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