Albert Schweitzer dijo en cierta ocasión: “Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta, el rostro que les ha dado la vida; y con sesenta, el que merecen”. Supongo que tú debes de estar en el primer grupo; yo voy con pasos firmes hacia el segundo. Y ambos estamos preparando el rostro que tendremos cuando lleguemos a los sesenta.
Quizás te estés preguntando: ¿Qué significan las palabras que dan inicio a nuestra reflexión? El Dr. Schweitzer quiso decir algo como esto: “Muchacho, ahora que eres joven, tienes en tus manos un envidiable potencial físico, mental y espiritual. Eres dueño del vigor necesario para alcanzar los más encumbrados logros. Vives la etapa en la que puedes hacer ‘todo lo que te venga a mano’ (Eclesiastés 9:10, RV95), porque los jóvenes ‘son fuertes’ (1 Juan 2:14), porque como dijo Salomón: ‘la gloria de los jóvenes radica en su fuerza’ (Proverbios 20:29, NVI). En esta etapa de tu vida eres capaz de llevar a cabo todo lo que te propongas”.
El poeta nicaragüense Rubén Darío inició su Canción de otoño en primavera con esta frase: “Juventud, divino tesoro”. ¿En qué estás gastando ese tesoro que el Creador ha puesto en tus manos? ¿En qué estás invírtiendo tu tiempo? ¿En qué uti lizas tus energías? ¿Qué estás haciendo con el “rostro que Dios te ha dado”?Aun que a tu edad, el paso del tiempo no parece ser un tema relevante, no olvides que lo que hagas ahora determinará dónde estarás mañana. Es decir, hoy, en este mo mento, estás gestando tu futuro.
Joven, este es el tiempo en que debes esforzarte al máximo. Aprovecha cada oportunidad para llegar a ser una persona culta, refinada, sabia, diferente del mon tón. Un ejercicio que te ayudará a sacarle mayor provecho a este tiempo en el que disfrutas del privilegio de tener “el rostro que Dios te ha dado” consiste en leer constantemente el libro de Proverbios. ¿Por qué ese libro? Porque el objetivo de ese genial libro es muy concreto: dar “a los jóvenes inteligencia y cordura” (Proverbios 1:4, RV95). Con esas dos compañeras, extenderás el rostro de Dios a las siguientes etapas de tu vida.
Por: J. Vladimir Polanco
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