«Entonces siguió diciéndome: “Esta es palabra de Jehová para Zorobabel, y dice: ‘No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu’, ha dicho Jehová de los ejércitos”».
Zacarías 4: 6
¿QUÉ PASARÍA SI EL REINO de los cielos fuera como los concursos de la tele: uno de esos programas de talentos que tanto proliferan que, por lo visto, todo el mundo ve simultáneamente y en los que puede emitir un voto llamando al número mostrado en la pantalla? ¿Qué pasaría si el cielo pudiera organizar a todas las congregaciones de cada huso horario de la tierra para que se conectasen simultáneamente en un gigantesco encuentro global de oración, todo con el fin de dar apoyo unitario a una sola petición de oración? Si pudiéramos lograrlo, ¿qué supones que esperaría Dios que fuera esa petición de oración? ¿Más fe, más gracia, más poder, más amor, más victorias, más satélites, más bautismos, más participación, más dinero, más voluntarios, más tiempo?
«Si pudiese haber una asamblea de todas las iglesias de la tierra, el objeto de su clamor unido debería ser pedir el Espíritu Santo. Cuando tenemos eso, Cristo está siempre presente. Se suplirán todas nuestras necesidades. Tendremos la mente de Cristo» (Elena G. de White, Manuscript Releases, t. 2, p. 24; la cursiva es nuestra). Cuando uno ora pidiendo el Espíritu Santo, tienes a Jesús y, además, se suplen todas las necesidades. ¡Que más podríamos pedir!
Incluye en tu consideración la apasionada misión de los elegidos de Dios de comunicar la verdad sobre Jesús a toda nación, tribu y pueblo en todos los husos horarios, y no hace falta ser muy listo para entender por qué nuestra comunidad de fe debería aunarse en esta petición de oración.
Haz la cuenta. Cada segundo nacen cuatro bebés en la tierra y fallecen dos seres humanos. Eso supone un crecimiento neto de nuestra población de dos por segundo, 0 un millón cada seis días, o sesenta millones cada año. Lo cual significa que mientras sigue costándonos alcanzar al vecino de al lado, ¡la población mundial aumenta a razón de un millón de personas por semana! ¿Quién va a ponerse en contacto con ellos?
Seamos sinceros. Si tenemos en cuenta la realidad de nuestra debilidad humana, no hay manera de que los elegidos jamás estén a la altura de la misión divina. Punto. A no ser que la promesa de nuestro texto de hoy resulte siendo verdad: que lo que nunca podrán lograr el poder humano o el poder eclesiástico ¡se puede realizar, de hecho, «“con mi espíritu”, ha dicho Jehová delos ejércitos»! No es de extrañar que los elegidos seamos llamados a unirnos en torno a una sola petición de oración: «Oh Dios, ten misericordia de nosotros en nuestra debilidad y llenamos del poderoso Espíritu Santo, para que nuestras imposibilidades se transforman en tus gloriosas posibilidades a través de Cristo. Amén».
Por: Dwight K. Nelson
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