“Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo […], es como si lo hubieran hecho para mi” (Mateo 25:40, TLA).
En su poema “Cómo vino el gran Invitado”, Edwin Markham nos cuenta que Conrad, el zapatero, llamó a sus vecinos y les dijo: “Amigos, cuando los gallos asustaban la noche, el Señor se me apareció y me dijo que vendría a visitarme. Así que he estado haciendo todos los preparativos, he lustrado mis zapatos, he preparado la comida, para que todo esté en orden cuando Jesús llegue”. Las horas comenzaron a transcurrir, y el Señor no llegaba.
De repente, alguien llamó a la puerta. Conrad salió corriendo, pero al abrir se encontró con un mendigo empapado por la lluvia. Cuando Conrad vio los pies magullados de aquel extraño indigente, se quitó los zapatos y se los regaló. Luego llegó una anciana hambrienta con el rostro sembrado de arrugas; Conrad le dio comida. Cuando la anciana se había ido, se le acercó un niño extraviado; Conrad le proveyó alimento y lo llevó de vuelta a su casa. Cayó el día por el oeste y con él se desvaneció la esperanza de que el invitado celestial llegara a la casa del zapatero.
Mientras Conrad trataba de comprender por qué el Señor no había llegado, el Señor se le apareció y le dijo: “Anímate, porque yo he cumplido mi palabra. Tres veces he venido a tu puerta y tres veces mi sombra cubrió tu suelo. Yo era el mendigo de los pies heridos. Yo era la mujer a quien diste de comer. Yo era el niño hambriento y perdido”.
¿Alguna vez has querido ayudar a Jesús? Pues comienza ayudando a los demás como lo hizo el zapatero. Recuerda: cuando ayudas a un amigo, cuando eres capaz de compartir con los demás lo mucho o lo poco que tienes, es como si lo hicieras al mismo Jesús. “Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios” (1 Corintios 3:9), y servimos a Dios cuando servimos a nuestros semejantes. ¿Cómo te visitará Jesús durante este día? No lo sé; pero no olvides las palabras del Maestro: “El que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás” (Marcos 10:43). Recuerda que esos “demás” son considerados por Jesús como sus hermanos.
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