¿Lo mejor y lo peor?



Esopo, el genial fabulista de la antigüedad, relata una experiencia bastante instructiva. Cierto día su amo lo llamó y le dijo:

-Toma esta bolsa de monedas, vete al mercado y cómprame el mejor plato de comida.

Al cabo de un tiempo la comida estaba lista. Para su sorpresa, el amo encontró que solo había lenguas en la mesa. Intrigado, le pidió a Esopo que explicara por qué había elegido lengua como el mejor plato. Esopo respondió:

-Mi querido señor, la lengua nos une; con ella expresamos nuestro cariño y nuestro amor. Gracias a la lengua han quedado inmortalizados los versos de los poetas, con ella cantamos, oramos, enseñamos. ¡No hay nada mejor que una buena lengua!

Al oír esto, el amo le encomendó otra tarea: que le sirviera la peor comida del mundo. Una vez más Esopo se fue al mercado. ¿Sabes qué compró? ¡Lenguas! Lleno de curiosidad, el amo le preguntó la razón por la cual la lengua era la mejor y la peor comida al mismo tiempo. Con sencillez, Esopo le dijo:

-Mi señor, no hay nada en este mundo peor que la lengua. Con ella esparcimos el chisme y la intriga, la lengua ha separado a los pueblos y ha dividido a los seres humanos; con ella maldecimos, blasfemamos, mentimos, herimos. Por todo esto, no hay nada peor que la lengua.

Tu lengua puede ser un instrumento para bien o para mal, todo depende de ti. Salomón escribió que “de la lengua de los sabios brota sabiduría; de la boca de los necios, necedades” (Proverbios 15:2) y que “la vida y la muerte dependen de la lengua” (Proverbios 18:21). Jesús Ben Sirá, un maestro judío, solía decir a sus discípulos que “la honra y la vergüenza se hallan en la conversación; y en la lengua del hombre está su caída”.

¿Cómo estás usando ese pequeño órgano? ¿Es tu lengua un medio de bendición o de maldición? Quizá te vendría muy bien recordar el consejo inspirado: “Quien quiera amar la vida y pasar días felices, cuide su lengua” (1 Pedro 3:10). La pregunta del millón es: ¿Lo harás?

Por: J. Vladimir Polanco


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