Manchémonos las Manos





“Afirma mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen” (Sal. 17:5).

Un hombre iba caminando por la calle cuando vio a una niña tras una puerta de hierro. La pequeña miraba la puerta y después a la calle, como esperando que alguien pasara para ayudarla. El hombre se acercó y la muchachita le dijo: “¿Podría abrirme la puerta?” Encantado de hacer aquel favor empujó la puerta, que no pesaba nada. “Tú ya eres grande y fuerte para abrir esta puerta, ¿no crees?”, preguntó el hombre. “Claro que sí -respondió la pequeña-. Pero no quiero mancharme las manos de pintura negra”.

El hombre se miró las manos y… estaban completamente negras. Así es nuestro egoísmo: deja manchado a quien se cruza en nuestro camino. “El ser humano estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus propósitos santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo reemplazó el amor” (El camino a la Paz, cap. 2, p. 25).

Por esa razón a nosotros, hoy en día, nos cuesta un mundo pensar con generosidad y dar amor sin esperar nada a cambio. Hemos heredado una naturaleza egoísta a la que le cuesta actuar de acuerdo al gran principio del amor “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden” (Rom. 8:7, NV1). Nuestra naturaleza es demasiado débil.

Sin embargo, Dios nos invita: “Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas” (Mat. 7:12). Por eso mi invitación de hoy para ti (y para mí) es que no dejemos de librar una batalla constante contra el egoísmo y que nos pongamos esta meta en nuestra vida: “Es necesario que haya un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el ser humano pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraerla a Dios, a la santidad” 

Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2016

Por: Mónica Díaz

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