Pidan, y Dios les dará. Jesús



A VECES nos entra el escepticismo respecto a la oración: “¿Por qué seguir orando, cuando no vemos las respuestas que esperamos?” O, “si Dios ya sabe lo que necesito, ¿por qué orar?” Mi respuesta es: Porque Jesús oraba, a pesar de que no siempre recibía lo que esperaba, y mucho menos inmediatamente.

Una vez, Jesús “pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles” (Luc. 6:12, 13); pues bien, entre ellos había un traidor, dos codiciosos hijos del trueno, y un hombre al que poco después le diría: “¡Apártate de mí, Satanás!” (Mar. 8:33), y también: “He pedido a Dios que te ayude, para que te mantengas firme” (Luc. 22:32, TLA), pese a lo cual, la fe de Pedro falló estrepitosamente. ¿Se habrá hecho cuestionamientos Jesús al ver frustradas oraciones tan importantes? También oró: “Para que todos sean uno” (Juan 17:21, RV95), y basta echar un vistazo al cristianismo para ver que estamos lejos de ese ideal. En las escenas finales de su vida, “con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte” (Heb. 5:7) y, sin embargo, murió. A pesar de ello, el versículo termina diciendo que “Dios lo escuchó”.

Aunque no recibió ciertas respuestas inmediatas por parte de Dios, Jesús nunca dudó del poder de la oración. Sabía que, en la cocina del gran Chef del universo, se cocina a fuego lento, y respetando libertades. A largo plazo, y sin violentar conciencias, once de los doce apóstoles (91% de efectividad) sufrieron un lento pero continuo proceso de transformación. Pedro se convirtió en un héroe de la fe; y quienes aceptamos el amor de Dios damos testimonio de que la unidad es posible. Jesús murió, sí, pero llegado el momento, resucitó.

Aunque no nos ha dado pruebas metafísicas respecto a la eficacia de la oración, ni fórmulas infalibles que podamos seguir al orar, Jesús oraba, y su vida de oración nos da indicios de cómo actúa Dios. Aunque Jesús pudo tener las mismas razones que tú y que yo para dudar de la oración, no dudó. Para Jesús, orar era la manera de alinearse con la voluntad del Padre.

“Oren en todo momento” (1 Tes. 5:17).

Por: Mónica Díaz


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