Pilato vio que ya no le hacían caso, y que aquello podía terminar en un alboroto muy peligroso. Entonces mandó que le llevaran agua, se lavó las manos delante de la gente y dijo: —Yo no soy culpable de la muerte de este hombre. Los culpables son ustedes. Y la gente le contestó: —¡Nosotros y nuestros hijos seremos responsables por la muerte de este hombre!
Mateo 27: 24-25
MI PROPIO VIAJE DE ORACIÓN es muy ecléctico. He adoptado los métodos de otros y ello me ha enriquecido. Por ejemplo: hace años leí una de las cartas que Dietrich Bonhoeffer escribió durante su estancia en prisión, y mencionaba a un querido amigo que encontraba consuelo en leer un salmo todos los días. Y desde entonces yo he hecho lo mismo y he sido inmensamente bendecido. Tan pronto finalizo el Salmo 150, vuelvo al Salmo 1 a la mañana siguiente. Son las oraciones más intensas de toda la literatura, y sé que también estimularan tu propia alma.
Unas navidades mi suegra me regaló el libro de Oswald Chambers My Utmost for His Highest, una colección de lecturas cristo céntricas de uso devocional escrito hace un siglo. Y desde hace más de veinte años mi alma se viene enriqueciendo cada nueva mañana. Aprendí una tercera práctica de oración de mi difunto amigo Roger Morneau, que sugería que cada día leyésemos el relato de la crucifixión de Jesús para ir así a la cumbre de todo el poder divino. Llegué a la conclusión de que si era bueno para él, sería bueno para mí. Y, por eso, cada mañana leo Mateo 27: 23-54. “Al postrarse con fe junto a la cruz, [el pecador] alcanza el más alto lugar que pueda alcanzar el hombre” (los hechos de los apóstoles, cap. 20, p. 157). ¡Qué mejor lugar para arrodillarse cada día que la cumbre del Calvario!
Leyendo un día Mateo 27, me di cuenta de repente que el grito de la chusma aquella mañana de viernes fuera del tribunal de Pilato podía convertirse en una intensa oración. “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. ¿No es eso lo que anhelamos yo y todo padre creyente por bien de nuestros hijos? Que la sangre del Cordero, igual que fue pintada en los dinteles de los elegidos la noche que fueron librados de Egipto, pudiera ser asperjada en los dinteles de nuestro hogar y en el corazón de nuestros hijos. “Su sangre sea sobre nosotros [no debemos excluirnos del abrigo protector del sacrificio de Jesús] y sobre nuestros hijos”. Y cuando tus hijos crecen y se van del hogar, ¿por qué interrumpir la oración? Por medio de la oración puedes, como Job, alcanzarlos y ponerlos bajo el amor protector y salvador de Dios.
Ahora que lo pienso, ¿hay algún nombre en tu lista de oración que no necesite esta oración?
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2016.
“El sueño de Dios para Ti, Tu Eres el Elegido”
Por: Dwight K. Nelson.
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