«La noche está muy avanzada, y se acerca el día; por eso dejemos de hacer las cosas propias de la oscuridad y revistámonos de luz, como un soldado se reviste de su armadura»
(Rom. 13: 12).
EN UN PUEBLO de Suiza, dos trabajadores que se dirigían a la fábrica antes del amanecer vieron a una mujer en pijama encaramada al tejado de una casa. Estaba sentada, mirando hacia abajo, sonriente, feliz… Parecía sentirse muy segura. No cabía otra explicación: estaba sonámbula. Su sueño parecía ser de lo más agradable y por eso no mostraba signos externos de preocupación.
Aquellos hombres no sabían qué hacer para librarla del peligro que corría, pues evidentemente en algún momento podría caerse abajo. Mientras discutían qué hacer, salió el sol. Acostumbrados como estaban a la oscuridad, los ojos de aquella mujer sintieron la intensidad de los rayos del sol, y ella se despertó. Al darse cuenta de dónde estaba, se asustó, no supo que hacer y cayó de cabeza al suelo. Murió en el acto. *
¡Qué despertar tan terrible! ¡Ver la luz para después, inmediatamente, entrar en pánico y perder la vida!. Pues si lo pensamos bien, ese es el despertar que tendrá la gente que vive ahora mismo en la oscuridad del desconocimiento del Salvador, ignorando el verdadero peligro que corren sus almas. «La noche está muy avanzada, y se acerca el día; por eso dejemos de hacer las cosas propias de la oscuridad y revistámonos de luz, como un soldado se reviste de su armadura» (Rom. 13: 12).
A nuestro alrededor hay muchas personas que no conocen a Cristo, ¿cómo podemos ayudarlas a reconocer su necesidad de Dios? ¿Cómo podemos mostrarles esa luz que impacte sus vidas para salvación? Tal vez parezca que sus vidas van bien porque no muestran signos externos de preocupación, pero eso se debe a que no son conscientes de su verdadera realidad. Lo cierto es que llevan una vida autómata, vacía, sonámbula… sin Dios. ¡Y ni siquiera lo saben! No lo saben porque nosotras no se lo hemos dicho. ¿Nos quedaremos, como los dos hombres del relato, paradas sin saber qué hacer, discutiendo qué método será el mejor para ayudarlas, o tomaremos la iniciativa para despertarlas a la verdad y a la salvación en Cristo? No tenemos que hacer un gran despliegue de medios, simplemente acercarnos a ellas con amistad, con un cristianismo práctico y con verdadera preocupación por sus almas.
Aprovechemos cada oportunidad y, cuando abran su corazón a la luz que emana de nosotras, hablémosles del Dios que dio su vida por ellas.
“Mientras hay tiempo, existe Ia oportunidad.” – Hipócrates.
Por: Mónica Díaz
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