Una de las experiencia más hermosa es la de ser padre, por eso disfruta todos los día de tu vida con tus hijos.



Déjame te cuento una historia de mi vida. Cuando tu hijo mayor tiene cinco años y el menor tres (como los míos en esa época), cada vez que papá llega del trabajo es como si hubiera una fiesta. Pero en esa ocación en particular, no fue así.
Llegué del trabajo, y ambos estaban en el cuarto del fondo. Me dirigí allí, pero ellos no me oyeron. Al acercarme vi -a través de la puerta entreabierta- que mi hijo mayor estaba
maltratando a su hermanito, quien lo idolatraba. Me dolió y me encolerizó al máximo ver que un hijo mío podía portarse así. Ciego de ira, abrí la puerta y recorrí esos tres pasos que me separaban de él.

En cuanto abrí la puerta, él me vio, enojado como nunca, caminando como un monstruo-mamut-locomotora hacia él. En su cara se escribió la más genuina sorpresa, mezclada con el terror más puro. Él sabía que era culpable, y que la justicia caería sobre él antes de que él pudiera siquiera correr para salvarse.
Vi su gesto, y eso me dolió muchísimo. El enojo desapareció por completo, y en décimas de segundo hice la oración más breve que he hecho en mi vida: "¿Qué hago, Padre? ¡Ayúdame!". Llegué hasta mi hijo, lo abracé, él me abrazó con sus bracitos, y lloró mucho. Me pidió perdón, sin que yo tuviera que decir nada. Y entonces, lo que pudo haber sido un regaño, un castigo, se convirtió en una experiencia de aprendizaje y unión para ambos. Le dije cuánto le amaba, y cuánto amaba a su hermanito, y que lo que me haría más feliz, es que siempre hubiera amor entre ellos

No hay comentarios:

Publicar un comentario