Madre mía, mamita bella,
cada día doy gracias infinitas a Dios Padre,
a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo
por tenerte aún conmigo.
Tu presencia, tu voz,
tu mirada, escuchar tus pasos,
escuchar tu risa,
y tus consejos que aunque sean repetitivos
me hacen mucho bien,
llenan mi vida de una fortaleza única
y una alegría contagiable.
Tenerte aún conmigo
es respirar cada día el aire más puro,
es ver a un ángel de Dios protegiéndome,
es hablar con el lenguaje más dulce y tierno,
es sentir que tú, mamaíta linda, eres y serás
hasta la eternidad la bendición hecha vida,
y vida en abundancia.
Te amo madre,
gracias por amarme incondicionalmente.
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