“Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos:
¿Por qué come vuestro Maestro con los publícanos y pecadores?’ Al oír esto Jesús, les dijo:
‘Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos’ ’’. Mateo 9:11, 12
EL BARRIO NUNCA había visto tantas limusinas en su vida: limusinas de todos los colores, de distintos tonos, tamaños y formas, alineadas y estacionadas en ambos sentidos junto a las aceras de las manzanas. (Todo el mundo sabe que las limusinas son alquiladas o para gente que es importante o por gente que cree que lo es y se esfuerza por demostrar esa percepción). Y así llegaron, en sus alquilados símbolos de estatus, hombres con trajes baratos arrugados y el pelo echado para atrás con mucha brillantina, con pálidas novias chabacanas agarradas a su brazo. ¡Que empiece la fiesta! Pero, ¿dónde está el invitado de honor? Llega por fin a la entrada un viejo Dodge Caravan destartalado. Y sale él, sin traje, sin chica, solo con un traje de la sección de rebajas, y una furgoneta llena de discípulos arrugados pero admirativos. El anfitrión de la fiesta sale corriendo de la ruidosa casa, con su cámara Kodak lanzando destellos. ¡Quién necesita fotógrafos de la prensa rosa! Jesús está aquí.
Mateo, Marcos y Lucas. Los tres consignan aquella noche de gala. ¡Tan profundo fue lo que Jesús enseñó! Verás, el propio Mateo había sido uno de los odiados recaudadores de impuestos. Y cuando Jesús lo llamó a ser uno de los elegidos, Mateo organizó una fiesta para Jesús tanto por profunda gratitud hacia su Maestro como por un ilusionado deseo de que sus antiguos colegas conocieran al Salvador. ¡Pero los aguafiestas no quedaron excluidos! De pie debajo de una de las ventanas abiertas de Mateo, los fisgones fariseos sisean a los discípulos cercanos de Jesús el dardo acerado de nuestro texto de hoy: “¿Qué le pasa al maestro de ustedes, juntándose con gentuza como esta?” Y Jesús -como tu madre, que podía seguir tus conversaciones mientras estaba enzarzada en una suya- ¡devuelve el fuego con una respuesta a una pregunta que no era suya! “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos […] porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mat. 9:12,13). ¿Qué clase de pecadores? No lo dice.
Pecadores heterosexuales y pecadores homosexuales, pecadores éticos y pecadores poco éticos, pecadores alcohólicos y no alcohólicos, pecadores de todos los partidos políticos, pecadores blancos, negros y amarillos, ricos y pobres, pecadores jóvenes y viejos, pecadores adventistas y pecadores no adventistas. Al parecer, no hay ninguna limitación a los tipos de pecadores para los que la iglesia ha de ser una sala de Urgencias, porque Jesús simplemente dijo: “He venido a llamar […] a pecadores”. A todos los pecadores. ¡Y estamos agradecidos y contentos por ello!
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