Querido papá:
Quiero contarte algo que se refiere a nosotros dos.
Quiero compartir contigo algunas experiencias que viví a tu lado sin que tú lo supieras, experiencias que de alguna manera apreciaría trasmitirle a mi hijo, cuando sea yo quien lo tenga.
Cuando pensabas que no te veía te escuché pedirle a Dios salud y trabajo para nosotros, así aprendí que existía alguien con quien yo podría conversar en el futuro.
Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos, y así aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.
Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían, y aprendí que aquellos que tienen, debemos compartirlo con quienes no tienen.
Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.
Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella, y aprendí a cuidar lo que es dado.
Cuando pensabas que no te veía, vi como cumplías con tus responsabilidades, aun cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía, vi tus lágrimas, y entonces aprendí que a veces las cosas duelen, y que está bien llorar.
Cuando pensabas que no te veía, vi que te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.
Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona y también productiva cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía,
te vi y quise decir:
¡Gracias por todas las cosas que vi, cuando pensabas que no te veía!
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