¡Nunca dejes de sembrar!




Mucho de que hoy día segamos ha sido producto de lo que hemos sembrado.  Es menester que tengamos en cuenta esta ley pues nos hará sabios en nuestra vida. La Biblia señala “No os engañéis, todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechara”. Cuando sembramos ponemos empeño, dedicación, cuidados, desprendimiento, generosidad  y amor.  Por supuesto, no es fácil sembrar ya que tomara tiempo, arduo trabajo, desvelos, sinsabores y frustraciones. Cuando sembramos, le creemos a Dios.   Aprendemos a dejar el orgullo a un lado y comenzamos a ver y a tratar otras personas como nos gustaría que nos trataran a nosotros.

Debemos  aprender a sembrar de todo:  un abrazo, una sonrisa, una palabra de aliento, nuestro tiempo, un regalo especial, una llamada telefónica, un mensaje de texto, una tarjeta de felicitación,  tus conocimientos, tu dinero, tu ayuda.

El sembrar y el dar van de la mano; es abrir la puerta  al fluir de la bendición de Dios en tu vida.





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