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Hoy, mi corazón me ha confesado que me abandona, que ya no quiere nada de mí, que se marcha contigo.
A pesar de los cientos de kilómetros que nos separan, mi mente no deja de recordarte, y parecer que te tengo tan cerca, es muy reconfortante.
Quién fuera un barco para naufragar en lo más profundo de tu corazón…
Si algún día te encarcelan por asesinato, recuerda que me mataste a mí, porque cada vez que te veía me dejabas sin respiración.
Cada vez que intento evadirme de ti dejando de verte, a los segundos invades mi mente.
Sueño contigo cada noche, y cuando despierto pido un deseo: que tú, lo más bonito, pueda acariciar.
Si adoras a Dios, que se sacrificó por tantas personas, ¿por qué no me adoras a mí, que me sacrifico tanto por ti?
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¿Quién es el motivo de mi felicidad? ¿Quién me da tanta energía para escribir con alegría? Pues solamente tú, vida mía.
Regálame un diccionario, porque desde que nos cruzamos por primera vez, me dejaste sin palabras.
Tú sí que sabes caminar, no como el resto de humanos, que destrozan el suelo.
Tu piel rozándome, tus manos tocándome, tu susurro acariciándome con ternura… Nunca dejes de acariciar mi piel con abrazos, amor mío. Besémonos el resto de nuestras vidas.
Cómo me gustaría desenvolverte de ese papel, ¡bombón!
Aún conservo la foto que me regalaste. La quemé, pero intocable yace en mi mente.
Pienso en ti mucho más de lo que crees, te demuestro más de lo que te prometo y te amo mucho más de lo que jamás podrás imaginar.
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