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Qué alivio es saber que puedo contar con Dios cuando estoy en dificultades, pero mejor se siente uno cuando puede experimentar ese consuelo.
Yo puedo haber escuchado que andar en un auto de lujo es agradable pero otra cosa es experimentarlo por mí misma, montarme, sentir la suavidad del auto, etc. Y la segunda parte del pensamiento es que podemos decirle a otros: Ven, yo te consuelo porque también yo he sido consolado.
En otro lugar en la Biblia dice que los que lloran son afortunados porque ellos serán consolados.** Se llora por sentir dolor por algo que esté sucediendo, o por la culpa y arrepentimiento del acto malo que se ha cometido, se llora por sentirse impotente ante la dificultad, se llora por entender la situación de esta humanidad.
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Llorar te libera de esas emociones internas que pugnan por salir, te evita problemas físicos al dejar salir emociones negativas o positivas, y te evita problemas emocionales porque no los reprimirás.
El Espíritu Santo de Dios es nuestro consolador, el que nos entiende cuando lloramos y el que sana nuestras heridas. No digas como dijo una adolescente: “Es que me río para no llorar, cuando en realidad quiero llorar.” Llora y deja que Dios te consuele.
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