«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos» (Rom. 8:28, NTV). Un día, mientras Pedro y Juan iban al templo a orar, se encontraron con un hombre cojo. Sin conocer el poder del Espíritu Santo que moraba en los discípulos, el hombre les pidió unas monedas. Gracias a la misericordia de Dios, el mendigo cojo recibió algo muy diferente. Pedro le dijo: «No tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (Hech. 3: 6). Inmediatamente, el cojo de nacimiento se puso de pie, y a los saltos, alabó a Dios. Si hoy te toca comer un plato diferente del que ordenaste, elige confiar. No hay acontecimiento, por malo que sea, ni circunstancia, por difícil que sea, que Dios no pueda reciclar para tu bien.
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